Mi bisabuela Marcelina Payano



Los días 6 y 7 pasados tuve mi iniciación en Reiki con mi maestra Nelsy Aldebot. Entre sus recomendaciones estuvo la de escribir los sueños que tuviéramos en el período de purificación, que duraría 21 días a partir de la primera iniciación. Hoy estoy en el día 17 y he tenido un sueño revelador altamente significativo para la reconstrucción de mi genealogía espiritual, reconstrucción que por mi negligencia no había formalizado, o quizá porque era necesario este período de 7 años de maduración antes de seguir mi iniciación mayor... la cual comentaré en su momento.

Este sueño se desarrollaba en una comunidad rural similar a mi comunidad en Sabana de Payabo, pero sentía que más antigua y más rica. Estaba cerca del mar. Temprano en el día, llegó hasta nosotros una visitante extranjera, blanca, una mujer madura que había iniciado un romance con unos de mis ancianos amigos. En la tarde, se retiraron al mar y yo los había acompañado, seguida por los pequeños a los que también me unía una amistad. Cuando la pareja necesitó intimidad, me llevé a los chicos hacia el centro del pueblo y seguí mi camino rumbo a una de mis casas familiares. Era una humilde casa de madera que miraba hacia el norte. Dentro, la luz era escasa, la luz de un atardecer azulino entraba a por un lado del salón principal y al otro lado, había una puerta que daba a una recámara. De la nada, surgió una mujer negra, esbelta, alta, preciosísima, con la que sentí que tendría una conversación. Era "mi tía que venía de lejos". Estaba frente a mi parada de tres cuartos cuando el salón se llenó por la puerta a mis espaldas de mujeres que venía recoger sus regalos. Trajo para todas. Mi tía se acercó una bolsa de plástico blanca de la cual sacaba frascos de perfume de una diversidad de colores y tamaños. Reconocí que uno de los frascos más grandes era de Maja y el envase parecía de color carmesí. No me gustaba. Yo no codiciaba ninguno. Todas las mujeres pedía y recibían. Yo, tímidamente, respetuosa de mi pariente, aguardaba echada a un lado hasta que mi tía dijo el nombre de una de las presentes "Toma, este es tuyo fulana" y la mujer tomó el perfume, pequeño, en un frasco amarillo, pero se sintió probada por mi tía. De súbito, el perfume estaba en mi mano, la mujer prefería no tenerlo. La miré interrogante y a mi tía. La mujer parecía asustada de nosotras.

De la orgía de regalos llegó una calma que usé para reparar en su apariencia física. Tenía un mohawk Afro ochentero muy femenino y poderoso. Cuando las últimas mujeres se marchaban, toqué el pelo de su nuca donde tenía rolitos casi a ras de la piel, hermosos y brillantes. Entonces me pregunté de donde tenía yo esta tía Afro "si toda mi familia era mezclada" pensé con decepción, refiriéndome a las mujeres, a mis abuelas y sus hijas. No recordaba nadie de mi familia tan perfecta, me decía. ¿Quién podía ser? Entonces sentí que se parecía a mi tía Lourdes. "Ella es negra", recordé. Pero no es Lourdes. Es alguien... que se le parece. Debe ser alguien... vinculada a mi abuelo. Mi abuelo Jacinto Payano, es otro mestizo... es hijo de... de... ¿Marcelina?

Empecé a sentir una culpa por haber descartado en el rastreo de mi herencia a mi negra ancestral. La había olvidado, la descartaba porque la tradición dice que de los hombres no se hereda nada, y lo que me vincula con Marcelina es su hijo Jacinto Payano, el padre de mi madre. Por eso hasta ahora, cuando pensaba en mi genealogía espiritual, recordaba a mi abuela materna de Jarabacoa, Reyna, que era morena de piel clara, con rasgos que se me antojan indígenas como sus padres. Reyna nunca se casó con Jacinto, pero de su unión casual "un día de las Mercedes", nació mi madre Cristina Altagracia Payano. También pensaba en mi abuela paterna, que es mestiza de pelo lacio, piel canela, pero la descartaba por la misma razón que descarté a Jacinto... porque su vínculo conmigo es mi padre, Ramón. "Sólo mis abuelas directas pueden legarme mi herencia... pero ellas... no saben... No podían ser..." Además de que no saben de mi herencia ancestral, yo tenía la pena de ver que son "mezcladas". Eso dije en el sueño. Ahora sé que mi herencia ancestral viene de todos y todas, que esas mestizas de mis abuelas también pueden y me han legado parte de su sabiduría, que formará la sabiduría de mi raza. Pero que, ciertamente, esa sabiduría no lo era todo. Mi legado particular me lo dejó alguien en específico con una sangre que, como el perfume del sueño, "viene de lejos". Esa sangre debía reflejarse en el rostro de quien la llevaba, porque yo necesitaba verla. Ver el elemento que faltaba en mi mestizaje.

En el sueño la vi. Vi caminar mi sangre dentro de mi bisabuela Marcelina por una calle de piedra. Era la única que podía ver. Viendo a mi abuela, volví a pensar en la mujer, "mi tía desconocida", que iba vestida de negro, con prendas y con un aire de sofisticación que me hacían reverente y orgullosa de ella. Me regaló el recuerdo de mi bisabuela. Me regaló un perfume amarillo. Y me desperté al amanecer, en una habitación contigua a sala donde habíamos ¿hablado? mi "tía" y yo al quedarnos solas. Estaba apenas vestida, cubierta de sábanas blancas. La luz entraba abundante por una ventana. Al descubrirme sola, lloraba con un llanto desgarrado, desde el fondo de mi pecho. Me ovillaba y me enredaba en las sábanas. Pedía perdón por olvidar. Por haber creído que no tenía "un vinculo fuerte" con Marcelina. Mi alma lloraba por ella, porque no la conocía, porque no la había visto nunca... No conocí a Marcelina. La había olvidado. Sólo era una sangre remota que quedó con mi abuelo, un hombre, un pastor de iglesia protestante, un mestizo. ¿Cómo pude olvidarla? ¿Cómo pude dudar de la identidad de "mi tía"? ¿Cómo pude creer más en los libros que en la sangre? Un hombre mestizo, mi abuelo, me conecta con Marcelina. Fue necesario que viniera "mi tía de lejos" a decirme cual era el camino a casa.

Entonces desperté fuera del sueño. Tenía los ojos llorosos y el pecho agitado. La luz en esta habitación con este clima de tormenta, es muy similar a la luz bajo la cual desperté dentro del sueño. Supe que había tenido una revelación y corrí hasta mi madre para confirmar el nombre que repetía adormilada. Y mi madre confirmó mis sospechas reiterándome historias que quizá nunca entendí porque no estaba lista. Las tías de mi madre y Jacinto, los hijos de Marcelina, eran Servidores. Devotos de Belié. Mi madre tenía su Loá que caminaba con ella cuando Marcelina la mandaba sola por el conuco. Marcelina curaba. Sabía hacer aceites y tomas. Le enseñó la vida a mi madre a quien crió y cuidó desde bebé. Mi madre y Marcelina en la montaña... Mi abuelita Marcelina... Contuve las lágrimas. Marcelina Payano. Mi anciana muerta cuando yo tenía cuatro meses de nacida, el 28 de Marzo de 1983, a la edad de 84 años. Mi negra. Una negra de la montaña... una mujer del agua... mi abuela de Guiné. Mi casa en África.


Maferefum. Ayibobó Marcelina!!!


Marcelina Payano
Jarabacoa, 1899




Santo Domingo, 1983


Comentarios

  1. Fue una nostalgia buena. La echaré de menos a Seferina. Ahora que la conocí, la echaré de menos.

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  2. De verdad jamas pense que fueras una excelente escritora,me he sorprendido MUCHISIMAS FELICIDADES.Y continua asi con esa identidad que habíanos perdido.

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  3. De verdad jamas pense que fueras una excelente escritora,me he sorprendido MUCHISIMAS FELICIDADES.Y continua asi con esa identidad que habíanos perdido.

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    1. Muchísimas gracias por sus alentadoras palabras!! ¿Somos familia? No logro ver su perfil. De todos modos, gracias!! :)

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