El amor viaja -tercera entrega

Hace un momento vi que alguien visitó las dos primeras entregas del poema interminable "El amor viaja", así que acepté la invitación de seguir escribiendo. Usualmente, escribo directamente en el blog y luego voy modificando... no sé si se pierde algo de energía en esta práctica, la magia de que tu sangre misma escriba sobre el papel... Ya veré como vuelvo a mi pasado, siempre he escrito en cuadernos hasta que apareció esto en mi vida. O es que en el caso particular de este poema, es aquí donde debe vivir, dada su característica de "on-going work"? En esta ocasión, además de modificar algunos versos que ya estaban, también trabajé sobre el look y el ritmo que le imprimo verso a verso (ah!, además de meter la palabra "look", me gustó bastante hacerlo).


El amor viaja 3 (y sigue)

Te mando amor,
un reiterado acertijo de elementos
que se compone sólo ante tus ojos;
una resonancia de latidos
que se liberan
al viento húmedo que me evapora.

Te mando amor,
una ausencia respetuosa del mapa
de tus palabras y de sus gestos;
una dulce sensación
de perderlo todo
al roce inesperado de un fantasma.

Te mando amor,
aquella soledad madre de las aves,
frutas del aire, escurridizas;
una columna de agua secreta,
madurada por los montes
para nombrar tus pies.

Te mando amor,
un silencio anidado en el concierto
de hadas colgadas a los árboles
de cabeza;
la erguida situación de las palmeras
en la plástica niebla de la distancia.

Te mando amor,
una matriz horadada en el aire
entre los pliegues del trabajo
y la caricia urgente;
una casa con diez tentaciones,
tentáculos que traen hachas de azúcar.

Te mando amor,
una vibrante perturbación de espejos
lunares
en la secreta convulsión de mis palabras
la descansada puerta de mis ojos
y su trastienda erizada de constantes.

Te mando amor,
la errabunda ensoñación de una balsa
a la deriva en medio del océano
de aromas,
la riqueza mineral de un abismo
suspendido entre dos playas.

Te mando amor,
el último adiós en la hechizada
certidumbre de acumular bienvenidas
la coloración infantil
de mis mejillas
cuando cualquiera descubre mis entregas.

Te mando amor,
el insistente trueno del honor sin ego,
la comprensiva dignidad de una oremi
que en la tarde ardiente
espanta moscas mientras se mece,
la amable obstinación de una abuela.

Te mando amor,
los colores que se levantan en la lluvia,
los guijarros que compiten en canales,
la gota que guarda
en sus mapas invertidos
el look irrepetible del campo y de sus pobres.

Te mando amor,
la sanación que emana de mis buenos ratos,
del tiempo lineal que gira y libera
lo que ha crecido
para la noche infinita de estrellas vivas
que amanecen dondequiera.

Te mando amor,
un instante en esta tierra, otro rato,
un poema aquí, otro en el lápiz,
un olvido antes, y otros
aburridos momentos de no hacer la paz
y no hacer nada.

Te mando amor,
incansable y vagamente provechoso,
el ritual del humo que se aleja,
que mimetiza el fuego
que lo consume,
la ceniza para curar heridas, para marcar portales.

Te mando amor...

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