¿Qué hace la gente normal para ser feliz?
En primer lugar, la gente normal no se enamora.
Se queda allí con ojos de buitre esperando su presa,
alguien que tiemble, que se descuide un instante,
alguien que no se quiera enamorar.
Entonces la gente normal propone una salida, un café normal,
sin expectativa, azúcar blanca a las tres de la tarde
cuando las palomas ya están hartas de vivir
y sigue sin haber desayunado la drogodependiente hedionda de la esquina.
La gente normal conversa normalmente, tiran sus dardos
como quien deja escapar un pedo estando solo en casa:
relajadamente, pero cuidando de no cagarse.
Dicen esas cosas guardadas en las libretas, aquellas frases de puro ingenio
que ya funcionaron en otras citas,
porque esto es una cita,
por supuesto.
La gente normal queda entonces de volverse a ver.
Ambos sin dar nada, sin bajar la guardia , poniéndose a prueba,
porque nadie sabe con qué locura me vendrá este hijo de puta,
porque nadie sabe con cuales obsesiones me salga la puta esta.
La gente normal al volverse a ver entonces empieza a sospechar que puede ser.
Aun sin prometer nada y sin reconocer que algo espera,
la gente normal empieza a llamar "anormal" a cualquiera que ande cerca
de sus trámites y no haya sabido leer sus señales:
"esto tal vez es mío".
La gente normal se apropia.
Y comienza la interminable búsqueda de aquello que ha soñado
la gente normal: la fragua y la pesca, la construcción.
La gente normal intenta modelarse la una a la otra,
tachar de su lista de supermercado emocional
los te quiero, los tequilas, las veladas, el regalo, el sexo,
todo cual está apuntado, o lo que ha recibido y se le parece:
la marca más cercana también le funciona a la gente normal
cuando se ha propuesto ser feliz a cualquier precio.
En primer lugar, la gente normal no se enamora.
Se queda allí con ojos de buitre esperando su presa,
alguien que tiemble, que se descuide un instante,
alguien que no se quiera enamorar.
Entonces la gente normal propone una salida, un café normal,
sin expectativa, azúcar blanca a las tres de la tarde
cuando las palomas ya están hartas de vivir
y sigue sin haber desayunado la drogodependiente hedionda de la esquina.
La gente normal conversa normalmente, tiran sus dardos
como quien deja escapar un pedo estando solo en casa:
relajadamente, pero cuidando de no cagarse.
Dicen esas cosas guardadas en las libretas, aquellas frases de puro ingenio
que ya funcionaron en otras citas,
porque esto es una cita,
por supuesto.
La gente normal queda entonces de volverse a ver.
Ambos sin dar nada, sin bajar la guardia , poniéndose a prueba,
porque nadie sabe con qué locura me vendrá este hijo de puta,
porque nadie sabe con cuales obsesiones me salga la puta esta.
La gente normal al volverse a ver entonces empieza a sospechar que puede ser.
Aun sin prometer nada y sin reconocer que algo espera,
la gente normal empieza a llamar "anormal" a cualquiera que ande cerca
de sus trámites y no haya sabido leer sus señales:
"esto tal vez es mío".
La gente normal se apropia.
Y comienza la interminable búsqueda de aquello que ha soñado
la gente normal: la fragua y la pesca, la construcción.
La gente normal intenta modelarse la una a la otra,
tachar de su lista de supermercado emocional
los te quiero, los tequilas, las veladas, el regalo, el sexo,
todo cual está apuntado, o lo que ha recibido y se le parece:
la marca más cercana también le funciona a la gente normal
cuando se ha propuesto ser feliz a cualquier precio.
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