La fe en el alma humana

A Tajomaru

Un hombre muerto cuatro veces
se arrastra por la historia.
Los jóvenes sentados a la sombra
esperan a que cambie el clima
para salir a por nuevas muchachas.
El carretero es el mismo de hace setenta años,
míralo bien.
De tanto pasar sobre el surco de su piel sucia
el tiempo terminó detenido.
Es la guadaña la misma, el mismo el odio,
la misma guerra sobre los campos áridos de
España.
Bolivia alza su mano al sol,
pero apenas proyecta sombra.
También allí la muerte a cada minuto
deja sin hilo a las tejedoras.
Siria no es nueva, ni nueva el hambre
en los olvidados campos del sur.
¿A mí qué me vas a contar?
Lo he visto todo y lo he sufrido suficiente
como para voltear y fijar la atención
en la cadencia de la gota contra la roca.
Es inevitable quedar como desconfiado en un día como este.



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