Te veo bailar



Te veo bailar



Tus caderas son los elementos del tiempo

de un extremo al otro

como tú, transitando

golpean rítmicamente mi deseo

uno, dos, uno, dos

ni una ni otro

ni aquella o lo demás

ni esto y la otra

simultáneamente todo y fuera de lugar: otredad,

la transgresión, el trasnoche, la trasvida

trascendental y transitoria.


La boca se me hace grande

para abarcar tu gusto a sueño.

Nadie te preguntó si querías esto,

nadie te escucha cuando dices que no.

También sabes a pesadilla y tu tristeza

se te pega al rostro junto al hollín de la ciudad

y te hace hermose, intransigencia mineral

cubierte de seda negra y murmuraciones.

 

Tus caderas son el tránsito,

donde no existo,

el mediodía desbordado de verde

que crece y se calienta ante mis ojos.

En el bestiario de una estrategia mordida y desatada,

nubes verdes abrazadas

nos miran pasar sin hablar,

tirándonos de los dedos de los pies

como fantasmas

crean la ocasión de

burbujeantes, salivares

conclusiones concienzudas

sobre el lenguaje 

no binarie

pero no la tomamos.

Las amigas más temprano

y con torpeza de aprendiz

nos detuvieron en un momento efervescente

consumido.


Tus caderas de sustancia

transatlántica y primordial,

bailan con mis ojos nublados de verde

ahora que el tiempo es una zozobra.

En el naufragio, mientras los restos

de la nave se dispersaban en la orilla,

salvaste tu teléfono y flotaste hasta perderme.

Quien te ilumina el rostro es una Diosa,

sus escamas te adoban el pensamiento

y eres más feliz cuando te arrimas

a morir a su sombra para morir.

Con la palabra condenada a un bucle

me pregunto  por qué te ví bailar y qué hago ahora

si tuyo es el verbo que baila

y el rostro que llora,

mis ojos y las nubes verdes

y el tránsito indetenible hacia la oscuridad.


12 de junio 2021.







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