De lluvia

A G. R., por la noche y el día.

Detrás de aquellas gafas piensa un hombre,
cristalino el ojo de la tormenta y el agua
de todos los siglos purificada
en el interminable tesoro de sus distancias.
Le hace guiños a mi guía cuando
en silencio se desprende.
De tarde en tarde, le quita sentido a la ilusión
quitando ilusión a agregados y sentidos.
Sueña con caracoles en la lluvia
y de lluvia el agua, el cristal y la seda.

Debajo de aquel sombrero va un hombre,
en suaves ondas le sigue el mar de su pelo oscuro
y el bestiario de su imaginación desatada.
Dice poco y delata el tam tam del circo tras sus orejas.
Le dibuja una sonrisa a mi ángel,
su dulce compañía me guarda al llegar.
Toma el paraguas y el ritmo, abre
la puerta y la herida antigua, va un paso
detrás de mi, me lleva al borde
del precipicio cuando me lleva
cogida de la cintura, a un paso, y abre la puerta.

Ataviado de aquellos jirones se luce un hombre,
la piel del alma deshecha en cada paso,
demasiado corazón para un eón de egoísmo
y nombres remachados sobre la nada.
Le cae como del cielo a mi vieja madre
cuando cae al suelo
y recoge barro para levantar altares
de tiempo y de palabra
sin mirar atrás ni a nadie, sobre sí mismo:
no lo sabe aun, pero está entrando
donde una mujer lo quiere y abre la noche.




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