Kintsukuroi

Al beso que vale
cualquier empeño.



Viendo esto, tocó la tierra confiada, es un hecho:
terminará para siempre todo lo iniciado.
Hay que ver dentro de la vasija rompible,
aun si nueva, la vasija rota.
Todo es final, el final es todo lo que pasa.
Pero por lo mismo, todo es inicio,
lo que pasa cede su espacio a algo más.
Para ella cualquier hora es una vuelta a empezar,
una nueva frontera conquistada
dentro de su mundo interior.
Se siente poseída de presente,
contempla con claridad el ir y venir.
Y porque conoce la verdad, ella se queda.
Mira los rostros del despojo y sabe
que la incertidumbre es la cualidad inalterable
del universo, sus fenómenos y formas.
Todo cambia, pero quién dice
que solo cambiara hacia la nada.
Si aquel final anunciado es posible,
también lo es, y en mayor medida,
el arte de caminar al sol cogidos de la mano
por sendas imposibles, por horas nuevas,
por tardes de lucha intensa y días de esperanza
por sueños alcanzados, delirios y destrozos,
por ahí hasta la nueva piel, por ahí hasta la oscuridad.
Ya antes te ha mostrado el oro que une las partes,
la nueva vida digna del pequeño continente,
te está invitando al oro del corazón,
la vida tenaz del contenido.
Te ha dicho que si todo no va más que a naufragar
puede que también zozobre el naufragio.
Te ha dicho que si tú bostezas eternidades
ella quiere ser el tiempo.





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