El amor viaja

Este es un ejercicio poético por más de una razón. Parte de mi concepción holística del universo, del respeto que me inspira la materia en armonía con su naturaleza energética, de la paz que me transmitió una meditación frente a una montaña... que ya en otro momento había mencionado. Este es otro de sus frutos. Sentir amor y dejarlo que fluya (al punto de no cerrar el poema que inicié el 22) en la dirección que mejor le parezca, sin esperar que vuelva porque dando, recibo, porque dejándolo ir, tengo más y me hago más fuerte, más digna, más feliz. Lo confirmé con el Reiki, pero lo sabía. Y podría seguir enumerando los beneficios de tener más amor, pero sus beneficios son innumerables, un infinito como el tiempo, el espacio... infinitos como el amor mismo.


Te mando amor,

un reiterado acertijo de elementos

que se compone sólo ante tus ojos;

una resonancia de latidos

que se liberan al viento

húmedo que me evapora.

Te mando amor,

una ausencia respetuosa del mapa

de tus palabras y sus gestos;

una dulce sensación de perderlo

todo al roce inesperado

de un fantasma.

Te mando amor,

aquella soledad madre de las aves,

frutas del aire, escurridizas;

una columna de agua secreta,

madurada por los montes

para nombrar tus pies.

Te mando amor,

Un silencio anidado en el concierto

de hadas verdes colgadas

a los árboles de cabeza;

la erguida situación de las palmeras

en la plástica niebla de la distancia.

Te mando amor,

una matriz horadada en el aire

entre los pliegues del trabajo

y la caricia urgente;

una casa con diez tentaciones,

tentáculos que traen hachas de azúcar.

Te mando amor...

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