Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado.
Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro.
Si estás en paz, estas viviendo el presente.– Lao Tzu
Él vino del fondo del tiempo coronado de flores. Lo advertí un día en que me miró volando y desde ese día esperé aquella mirada con la que me fue mirando tanto en días sucesivos, que me llené de mañana. Por eso mis ojos, inmunes a la maravilla de lo pequeño, no vieron el día ni los tantos días, sino la enormidad inexistente del futuro. Y sus flores se ajaron. Porque el futuro y las promesas tienen por única virtud ser ajenos al presente. Ser la sal de tus acciones y de tus días, y no la sustancia. Del ayer se aprende y se desprende el alma, el mañana se sueña y se deja para después. El hoy es ese instante irrepetible de la paz, la vida sin apego ni expectativas. La paz es el rosal inmarcesible.
Hace poco lo vi otra vez, mis ojos nuevos como el primer día. Él, coronado de flores, es sólo lo que es en este instante. Aquí y ahora. Aquí y ahora lo sé, quizá muy tarde. Amores tuve antes desastrozos. Vivía en apego (al pasado) y expectativa (del futuro), nunca en el ahora (la paz). Se me escapó la sencilla pluma que te roza la piel... o no te la roza. Nunca supe la verdad hasta hace un tiempo y, confiada, me precipité a recoger la flor de mi recompensa, el premio de mi nueva sabiduría. Y por lo tanto, repetí casi todos mis errores. Gracias a la luz, me vi y me detuve (aquí y ahora). Como remedio, le he dicho adiós, quizá hasta luego. Porque lo único que debo abandonar es la actitud equivocada.
En este adiós estoy salvando el pasado, sin apegarme, estoy dejando el futuro llegar, sin arrebatarlo. Salvando el pasado porque sé por experiencia, que si se cansa de mi, terminará negando ese presente pequeñito de ayer, ese ahora de antes, ese instante fugaz de la estrella del deseo. Dirá que nunca me miró con amor, absorto y profundo hasta romper mi escudo; que nunca vino a mi encuentro, radiante y confiado después de desarmarme; que nunca me sonrió ilusionado, rondándome como la muerte; que nunca protestó porque mi mirada fue de otro por un segundo; que nunca me recordó que nos "faltó el beso" porque aquella noche se orquestó el beso de otros en el escenario perfecto; que nunca estuvo al borde del abismo por verme partir porque "el diablo es sucio"; que nunca me sostuvo de la mano más tiempo del necesario, pero con toda necesidad; que nunca jugó con la cábala del matrimonio cuando nuestras manos se cruzaron con otras en ese saludo eterno; que nunca reclamó su derecho sobre mí frente a un grupo de buitres vencidos; que nunca esperó "agarrarme" para mostrarme el camino de la libertad; que nunca transitó los días de nuestras distancia buscándome entre la gente; que nunca lloró ni tan siquiera un poco al creerme imposible; que nunca estalló en el cielo de su pecho el universo "fuerte, grande y ancho"; que nunca volvió a mi aura para estar seguro de que me quería; que nunca se sonrojó perdido mientras me ofrecía sus "pequeñas cosas"; que nunca se asomó a mi boca con el temblor mordido de un beso fugitivo; que nunca posó para mi a través del aire y de los números para encantarme; que nunca se rodeó de amigos cómplices para preparar esta locura; que nunca me pidió otro café, dulce y negro como la noche que soñamos para los dos; y en fin, que nunca me ha amado como se ama aquello que es como la propia carne.
Y porque yo misma solo puedo cansarme de perseguir lo que ya tuve, lo que he tenido en multitud de instantes, me detengo y persisto en este adiós (quizá hasta luego), porque un amor cansado es un amor que ya no cuenta ni para ser contado.
Lo que quiero ahora son sus ojos buenos, mirandome como me miren. Y sus flores. Y que mi mirada, limpia de futuro, sea capaz de saborear cada gesto con el cual me diga "Aquí y ahora te amo, amiga mía, por todo lo que eres cuando te miro, por todo lo que somos en este instante".Que no me niegue, que no se canse, que no me olvide. Ahora lo que quiero es el ahora: un amigo desde el fondo del tiempo, coronado de flores inmarcesibles.
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