Conversación

«¿Cómo saber que esta ciudad estaba hecha para el amor?
¿Cómo saber que tu cuerpo estaba hecho para el mío?
Me gustas. Qué acontecimiento: me gustas.»
Margarite Duras, Hiroshima mon amour.



Cambiar contigo cuando el sol traspasa verde aquella hoja
el momento exacto del verano, quiero,
en que el sol oblicuo transparenta la vida que cuelga,
como zapatos viejos, de los árboles.
Atrapar el instante evanescente en el instante en fuga,
hacer la pregunta, remolinos del viento formándose a nuestros pies,
que hará caer todas las capas de verdad
hasta que la verdad desnuda danza en tu lengua dance.
Buscar la palabra olvidada que a dormir se echó,
sueño hecho de espuma entre las rocas, una mañana
en que tu pie de niño saltaba sobre los latidos
sobresaltados de tu madre y hallarla fresca como el pan.
¿Por qué queriendo no quieres, lleno de sangre amante?
¿Por qué en los atardeceres corro hacia tu mano húmeda?
¿Por qué en la madrugada salgo de la placa de luz hasta tu boca?
Gruesa la soga, mi amor funámbulo la recorrerá a toda prisa
y haciendo pausas en sus extremos para el merecimiento,
tocará la absurda seguridad de la gente libre y en tierra sola,
cuando, al efecto, sea la hora de mi propio vértigo:
¿Por qué tan insegura te me cuelgas de los labios?
¿Por qué entendiendo no entiendes y te desnudas?
¿Por qué ha pasado el olvido por el lugar infinito?
"Esta es la auténtica libertad", te saludarán mis respuestas,
"que algo de mí llegue hasta donde el tiempo no había llegado,
ser yo misma allá donde nada acaba".








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